domingo, 20 de agosto de 2017

Mamá.



“mamá” es una palabra intencional

Mamá es necesidad

Y es clamor,

Es hambre y sueño,

Es deseo de que

Me hagas caso, 

El caso que yo quiero.

Mis manos ahora

Hacen

Lo que hacían

Las manos de mi madre

Cortar verduras

En silencio,

Rozar

La planta del pie

Que se expande…

Mamaá, mamá,


Ma- má…

sábado, 29 de julio de 2017

EL ÁRBOL CON UN AGUJERO, QUE SOY YO MISMA.


Éste árbol que está muerto cumplió 150 años y pasó de todo, cosas buenas y malas, se sintió pletórico y vapuleado, se sintió morir y, a la vez, revivir, murió cuando le dejaron y dio vida también, tuvo múltiples hijos, unos se fueron, dejando un sabor amargo, otros se quedaron a su lado.

Ahora, con la piel arrancada y agujereado está muerto, pero más vivo que nunca porque le van a homenajear. Le van a hacer una escultura de bronce a sus años de sacrificio en los que ha estado de pie sin quejarse, con sus enfermedades y sus nidos de pájaros, le van a hacer eterno con su agujero en el tronco como si fuera un túnel al pasado, con toda su poesía y su olor a madera viva por dentro, a la madera del vino, a la vida de la tierra que aún le late dentro.


Éste árbol soy yo, a veces me siento árbol con un agujero en medio, a veces me siento árbol de 150 años, con sus enfermedades y sus nidos de pájaros, con su olor a madera por dentro, o quisiera serlo...

jueves, 6 de julio de 2017




Te expandes.

Mientras yo voy empequeñeciendo.

Oí decir que cuando nace un hijo, los padres van muriendo poco a poco, para dejar paso a la nueva vida, es como si se fueran consumiendo en sacrificio.

No podía estar más en desacuerdo, pero...

Un día observé unas fotografías, secuencialmente, desde tu nacimiento hasta el que entonces era el momento presente y la vida se me vino encima como un alud. Por primera vez sentí miedo.

Desde la primera fotografía, en la que estábamos en la cama después de que te diera el pecho, observé cómo cambiábamos los dos a través de los días.

Entre las sábanas a rayas se adivinaba el contorno de mi enorme cuerpo que entonces era una mole que albergaba tu pequeñez, grandes y gruesos brazos, grandes pechos llenos de leche que me costaba mantener controlada, toda yo era una fuente inagotable de alimento y líquido nutritivo.

En la última fotografía de la secuencia hasta el momento, tu cabeza era ya casi más grande que la mía, mis brazos delgados  casi no podían sostenerte y yo ya no podía alimentarte, ahora no dependes de mí fisiológicamente, nos vamos separando.

Cada vez vas ocupando más sitio en tu cuna, me doy cuenta cuando te veo dormir, tienes el doble del tamaño que tenías antes y yo la mitad.

Van a tener razón.

martes, 18 de abril de 2017




Hoy nos hemos mirado desde una nueva posición,
Yo tengo que seguir y tú no lo sabes aún.
Caminos de cordones
umbilicales largos.
Por eso me miras como si te fuera a dejar
y me haces agujeros por dentro,
Aunque no lo sepas.
Tus soledades me matan, ahora y siempre,

Por los siglos de los siglos.

jueves, 30 de marzo de 2017







El tren del hierro pasaba, en otro tiempo por allí, entre Segorbe, Jérica y Navajas. Hacía su recorrido entre los pinos y las rocas, dejando a su paso el humo que salia de las máquinas.
Llevaba hierro y carbón de las minas cercanas, las antiguas minas con salida al camino por las que se deslizaba la materia negra y endurecida, allí se cargaban los vagones rumbo a las afueras.
El tren acariciaba, o parecía, sin dañar la vegetación, la ladera de la montaña.

El mismo recorrido se ha convertido ahora en un camino desnudo, habilitado para caminar. Durante mi estancia lo recorrí dos veces, haciendo fotografías de la vegetación y de detalles que el tiempo no ha conseguido borrar.

Las rocas de las que probablemente se sacaron el hierro y el carbón que calentaba y construía las casas de entonces, siguen creciendo enteras a mi alrededor, siendo testigos de las historias actuales, todas las historias que pasan y que se hunden en los poros de esa vejez.

En mi vida hay carrera y obstáculos difíciles de sortear, pero en lugares así, me olvido de todo.
Siempre pienso: ¿De verdad estoy perdiendo el control de mis días?
¿O es un cambio, un simple cambio? 
La montaña, llena de metal, lo sabe:
No siempre servimos para lo mismo,
cambiamos para poder darnos siempre más.




domingo, 5 de febrero de 2017

Y ALLÁ, A LO LEJOS, OPORTO.



No quería irme. Hubiese vendido todo lo que tenía en ese momento y empezado una nueva vida junto a los míos allí.
En el avión, Martín y yo mirábamos cómo nos alejábamos de esa tierra poderosa y virábamos por encima del gran océano, inevitablemente hacia el este, otra vez al este.
De alguna manera, entre los juegos y las canciones que musitábamos, nuestra mente recordaba el paseo por el puerto, las gotitas de las últimas lluvias sobre el plástico con las que jugar a través de él y la decadencia de esas casitas que se veían al fondo, detrás del Duero, como un tapiz al que parece que nunca vas a poder acceder, porque es un dibujo.
Recordaba la bodega polvorienta de Dirk y sus vinos llenos de telas de araña, su sabor por dentro de la lengua, como el de un dulce que ha pasado mucho tiempo guardado en un cajón.
Y el sonido del tranvía, abriéndose paso por la Vía Catarina cantando su canción de madera y plomo.
Y el Mercado, y los adoquines y el cielo y ese olor...
No hubiese querido salir nunca de Portugal.
Pero el viento nos llevó a otro lado.

jueves, 12 de enero de 2017



Se nos va haciendo corteza, una capa cada vez más dura y con su crecimiento, hacia adentro, nos va dando igual decepcionar.
A medida que ocurren cosas, que duermes menos, que ves crecer la circunferencia de su cabeza, las posibilidades de enfermar, la rebeldía...
Te vas abandonando al hecho de ser padre, de ser madre, es satisfactorio, lo es, pero sólo si se te hace corteza, una corteza que arrastraremos, suya y nuestra.